Muy buena nota (otra más!) de Leo Dal Maso.
Salió en el news de Argentine Wines y está colgada de la pestaña Blogs de la página.
Segundos afuera!
Boinas chichipios! ¿Cómo os va? ¿Qué cuenta la popla?
Antes de que pregunten, anduve enquilombado. Y no soy justamente de los que escriben para relajarse, si no todo lo contrario. Escribir esto (sí, esto, así de chato e insulso como lo ven) me cuesta un huevo. Así que si no estoy motivado, se complica…
Bueno, hoy el palo viene reflexivo.
No es que sea un tipo muy introspectivo, pero la verdad, no se me ocurre nada mejor que escribir.
Es una situación recurrente y me jode, tampoco como para inmolarme por mis principios, pero sí que me hincha las bolas.
Estoy entablando una amistad por correspondencia con una chica comunista, con quien tengo muchos fines en común, aunque pocos medios. El punto es que escribirle, leerla, leerme me lleva a replantearme muchas cosas, como por ejemplo los méritos, las posiciones, los costos y las metas.
Todos los viñedos históricos, llenos de tradición y abolengo, en Europa del Este se desvanecieron en las mieles del comunismo.
Un vino (una joya vitivinícola) como el Tokaj no fue elaborado como en sus años de esplendor hasta caído el muro y ser fusionado al occidente capitalista.
Malo el comunisno, malo! Malo!
Hasta los naintis, el vino argentino se oxidaba (salvo pocas y honrosas excepciones) en tanques y toneles que poco se diferenciaban de los cueros de vaca donde se elaboraban los vinos 200 años atrás.
Después de Carlo Patiya I° y De La Calle (y pensar que Cesar Carman fue presidente del A.C.A y el Sr. Glasser el dueño de la vidriería homónima…) capitales, corporaciones y familias extranjeras arribaron en busca de clima favorable (en todo sentido) a sus inversiones vitivinícolas.
El vino claramente ha mejorado, la calidad se ha democratizado y el consumidor se ha beneficiado.
Bueno el capitalismo, muy bueno, Bravo!
Bien, en la vida hay puntos de inflexión: chistes que pasan de la gracia al mal gusto, picantes que abandonan la incitación para caer en lo obvio y aromas de vainilla que se destacan en el Jameson pero que exponen la brutal realidad de los telos de mala muerte.
Cuando pasamos el límite (cada cual sabrá donde le queda) la cosa se tiñe de irresponsabilidad.
Al momento de probar vino, (sobre todo si es a ciegas) los vinos de $50 suelen gustar más que los de $ 30, los de $100 más que los de $80 y los de $150 más que los de $100.
Pero a partir de ahí esta progresión suele invertirse.
No siempre gustan más estos vinos de +$150 que los mejores exponentes de $80-100-120.
Y así y todo tenemos vinos de hasta una luca.
Tampoco es la idea de estas lineas exigir que un vino de $800 sea 8 veces más placentero que un vino de $100 (eso solo lo decide el que lo paga y lo bebe, y hay muchas variantes como exclusividad, pocas botellas, rareza en la elaboración, etc) pero sí resaltar una falla en el sistema, un defecto engañoso del capitalismo en el cual solemos caer.
Para simplificar las cosas, digamos que el capitalismo se apoya en el darwinismo, donde solo sobrevive el más apto, llevándolo esta competencia por sobrevivir a una mejoría de sus cualidades.
Por lo tanto, el vino más caro debería ser el mejor.
Menos mal que el mejor vino es el que más le gusta a uno.
Pero lo curioso (en verdad, de esto quería escribir, lo anterior fue un justificativo) del caso es que se repite en otros desordenes de la vida.
Los F-50 de Messi son infinitamente superiores a los que usaba el Diego, y ni hablar de los de Garrincha, pero esas gambetas y apiladas ya no se ven.
Ojo, sí se las vemos a Lío, pero esos timbos están al alcance (económico) de todos los football players, y no todos encaran y apilan.
Los mundiales son más chatos que las chanclas de La Tota Santillán, pero generan mucha más guita que antes.
Los campeonatos del Nacional B son de 2 ruedas y se definen en las últimas fechas, son más futboleros y constructivos que los “superemocionantes, a una rueda, donde cualquiera puede ganar” campeonatos de primera.
Cualquier parecido con la ruleta rusa no es mera casualidad.
Vamos todos como locos a la nueva super fashion (autóctona de la Main y la 5° Av.) picsería pero al final del día no hay como la pizza de mi vieja.
Quizás si el primero no es necesariamente el mejor, el segundo no sea necesariamente un descarte.
Sería una manera de entender que no todo es absolutamente bueno, ni malo, ni verdadero, ni falso ni descartable.
Salió en el news de Argentine Wines y está colgada de la pestaña Blogs de la página.
Segundos afuera!
Boinas chichipios! ¿Cómo os va? ¿Qué cuenta la popla?
Antes de que pregunten, anduve enquilombado. Y no soy justamente de los que escriben para relajarse, si no todo lo contrario. Escribir esto (sí, esto, así de chato e insulso como lo ven) me cuesta un huevo. Así que si no estoy motivado, se complica…
Bueno, hoy el palo viene reflexivo.
No es que sea un tipo muy introspectivo, pero la verdad, no se me ocurre nada mejor que escribir.
Es una situación recurrente y me jode, tampoco como para inmolarme por mis principios, pero sí que me hincha las bolas.
Estoy entablando una amistad por correspondencia con una chica comunista, con quien tengo muchos fines en común, aunque pocos medios. El punto es que escribirle, leerla, leerme me lleva a replantearme muchas cosas, como por ejemplo los méritos, las posiciones, los costos y las metas.
Todos los viñedos históricos, llenos de tradición y abolengo, en Europa del Este se desvanecieron en las mieles del comunismo.
Un vino (una joya vitivinícola) como el Tokaj no fue elaborado como en sus años de esplendor hasta caído el muro y ser fusionado al occidente capitalista.
Malo el comunisno, malo! Malo!
Hasta los naintis, el vino argentino se oxidaba (salvo pocas y honrosas excepciones) en tanques y toneles que poco se diferenciaban de los cueros de vaca donde se elaboraban los vinos 200 años atrás.
Después de Carlo Patiya I° y De La Calle (y pensar que Cesar Carman fue presidente del A.C.A y el Sr. Glasser el dueño de la vidriería homónima…) capitales, corporaciones y familias extranjeras arribaron en busca de clima favorable (en todo sentido) a sus inversiones vitivinícolas.
El vino claramente ha mejorado, la calidad se ha democratizado y el consumidor se ha beneficiado.
Bueno el capitalismo, muy bueno, Bravo!
Bien, en la vida hay puntos de inflexión: chistes que pasan de la gracia al mal gusto, picantes que abandonan la incitación para caer en lo obvio y aromas de vainilla que se destacan en el Jameson pero que exponen la brutal realidad de los telos de mala muerte.
Cuando pasamos el límite (cada cual sabrá donde le queda) la cosa se tiñe de irresponsabilidad.
Al momento de probar vino, (sobre todo si es a ciegas) los vinos de $50 suelen gustar más que los de $ 30, los de $100 más que los de $80 y los de $150 más que los de $100.
Pero a partir de ahí esta progresión suele invertirse.
No siempre gustan más estos vinos de +$150 que los mejores exponentes de $80-100-120.
Y así y todo tenemos vinos de hasta una luca.
Tampoco es la idea de estas lineas exigir que un vino de $800 sea 8 veces más placentero que un vino de $100 (eso solo lo decide el que lo paga y lo bebe, y hay muchas variantes como exclusividad, pocas botellas, rareza en la elaboración, etc) pero sí resaltar una falla en el sistema, un defecto engañoso del capitalismo en el cual solemos caer.
Para simplificar las cosas, digamos que el capitalismo se apoya en el darwinismo, donde solo sobrevive el más apto, llevándolo esta competencia por sobrevivir a una mejoría de sus cualidades.
Por lo tanto, el vino más caro debería ser el mejor.
Menos mal que el mejor vino es el que más le gusta a uno.
Pero lo curioso (en verdad, de esto quería escribir, lo anterior fue un justificativo) del caso es que se repite en otros desordenes de la vida.
Los F-50 de Messi son infinitamente superiores a los que usaba el Diego, y ni hablar de los de Garrincha, pero esas gambetas y apiladas ya no se ven.
Ojo, sí se las vemos a Lío, pero esos timbos están al alcance (económico) de todos los football players, y no todos encaran y apilan.
Los mundiales son más chatos que las chanclas de La Tota Santillán, pero generan mucha más guita que antes.
Los campeonatos del Nacional B son de 2 ruedas y se definen en las últimas fechas, son más futboleros y constructivos que los “superemocionantes, a una rueda, donde cualquiera puede ganar” campeonatos de primera.
Cualquier parecido con la ruleta rusa no es mera casualidad.
Vamos todos como locos a la nueva super fashion (autóctona de la Main y la 5° Av.) picsería pero al final del día no hay como la pizza de mi vieja.
Quizás si el primero no es necesariamente el mejor, el segundo no sea necesariamente un descarte.
Sería una manera de entender que no todo es absolutamente bueno, ni malo, ni verdadero, ni falso ni descartable.
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