Así como no entendí el publicitar los apocalípticos y malos pensamientos (El modelo productivo argentino está agotado) a un tipo encima sospechado de corrupción, pesqué una muy buena nota de Ricardo Santos en Área del Vino.
En estos días en que se está hablando mucho en los medios especializados por lo del Malbec World Day, viene genial una nota que narra algunas experiencias de un pionero del Malbec.
Opinión: Cuando el Malbec(k) se puso serio
La aceptación del Malbec (sin k), nos remonta a la década del 70, cuando Jerry Tosi de Pastene Wine & Spirits Co, visitó Mendoza y se quedó asombrado con este varietal. Aquí, la historia que tal vez hoy se repite.
Por Ricardo Santos
Frank Schoonmaker fue un periodista de vinos en Estados Unidos que luego pasó a importarlos y comercializarlos. Odiaba que los vinos de su país se identificaran con nombres genéricos que no decían nada, como Chablis o Burgundy, propios en los años 50 y 60 del siglo pasado. Inspirado en los vinos de Alsacia, se dispuso a promocionar la idea de identificar los vinos por la variedad de uva con los que se habían hecho. La bodega Almadén lo contrató como consultor y fue el responsable de introducir y promocionar el Grenache Rosé en el mercado, uno de los productos de Almadén que más éxito tuvo.
La idea de la identificación varietal en la etiqueta fue aceptada por el público y ya en los años 70 y 80, Chardonnay, Cabernet Sauvignon y Zinfandel comenzaron a competir abiertamente con los Chablis y Burgundys que rápidamente fueron desapareciendo. Ese fue el comienzo de la identificación varietal, con excepción de Francia que siguió apostando, hasta ahora, con las denominaciones de origen.
En Argentina, mientras tanto, los vinos denominados finos, que tenían aceptación entre los consumidores, eran aquellos en los que se usaba el corte tradicional de Burdeos, pero con una elaboración más parecida a la italiana que a la francesa de la época. Años de añejamiento en grandes vasijas de madera daban una oxidación controlada que se sentía tanto en la vista como en el olfato.
En 1969, junto a Pancho Giménez, enólogo en la Bodega Norton, comenzamos a experimentar con Malbecs de dos fincas distintas: Perdriel y Lunlunta. Nos pareció que el Malbec de Lunlunta tenía las características que buscábamos, aromático y frutal, sin una elevada concentración como el de Perdriel, en el que las características organolépticas no se definían con claridad. En 1971 elaboramos sólo el de Lunlunta para ver cómo evolucionaba antes de cortarlo con los otros componentes de Norton Tinto o posiblemente Perdriel Tinto.
Poco después de terminada la cosecha de 1972, apareció por Mendoza Jerome R. Tosi. Jerry, que manejaba la empresa familiar Pastene Wine & Spirits Co en Boston, dedicada a la importación de productos italianos: vinos, aceite de oliva, salsa de tomate, quesos y pastas. Jerry decidió viajar a Mendoza para probar vinos con la idea de importarlos a Estados Unidos. Siempre me impresionó su olfato superdotado, ya que probaba los vinos fumando, como también lo hacía Pancho Giménez. Durante el periplo por bodegas mendocinas, Jerry estuvo acompañado por Tulio Martilotti, funcionario de la sucursal local del Banco de Boston.
En la larga degustación, Jerry no encontraba vinos que le llamaran la atención y terminamos haciéndole probar el Malbec que habíamos elaborado el año anterior. Terminó decidiéndose por ese, lo que nos llamó la atención: 14,6° de alcohol, fresco, sin haber pasado por los grandes toneles. A los pocos días, Tulio me llamó para decirme que en el aeropuerto, con el baúl del auto lleno de muestras, Jerry le pidió la del Malbec 71, que se iba a llevar. Al preguntarle cómo le enviaba las demás muestras, Jerry le contestó que se las tomara él.
Un par de semanas después, recibí la llamada de Tosi desde Boston para decirme que fuera a conversar del vino.
En Boston pasé unos días estupendos: buenos vinos, aunque extraños al paladar argentino de aquella época, buenas ostras, buenas pastas y buen cordero. Cerramos el trato con algunos temas por resolver. Por encima de 14° de alcohol, los vinos se consideraban en la categoría de vinos encabezados, por lo que pagaban una tasa de importación mucho más elevada que el table wine. Lo tuvimos que identificar como wine, porque Jerry rehusó que lo cortáramos para bajarle el alcohol. Otro tema que nos demoró fue que el Instituto Nacional de Vitivinicultura no nos permitía que en la etiqueta apareciera el nombre Malbec, ya que insistían en que debía identificarse como Malbeck. Jerry viajó a Mendoza exclusivamente para lograr que el Malbec fuera aceptado a pesar de las sonrisas irónicas que despertaba en los funcionarios vitivinícolas.
El primer container de Malbec salió pocos meses después y el vino fue muy bien recibido por los consumidores. La revista Wines & Vines le dedicó un comentario. El vino en sí pasó desapercibido porque el texto explicaba qué era Malbec y cuáles eran sus características organolépticas. Las conclusiones eran muy halagadoras.
Las exportaciones siguieron en aumento, a las que se sumaron un Pinot Blanc (?), con la dudosa ampelografía de la época, que luego resultó ser Chenín y Barbera, que los clientes italianos de Pastene identificaban con entusiasmo.
La experiencia tuvo un final desagradable. Después de unos años de exportaciones a distintos puertos de Estados Unidos para satisfacer distribuciones regionales (como San Francisco, Nueva York y Galverston), todo terminó abruptamente. Ante una inflación interna casi descontrolada, el valor del dólar de exportación estaba fijo y tuvimos que aumentar los precios. A la tercera vez, Jerry me llamó y me dijo que si nosotros estábamos locos, ellos no se iban a contagiar. Nunca más compró una caja de vino. Lo que estamos viviendo hoy no me deja sacar de mi cabeza aquel momento.
La visita de Jerry Tosi a Mendoza y su selección del vino Malbec para llevar a Estados Unidos fue, indiscutiblemente, el momento en el que el Malbec (ya sin k), se puso serio. Fue Jerry quien lo logró y esta nota es mi homenaje a un personaje inolvidable para la vinicultura argentina.
En estos días en que se está hablando mucho en los medios especializados por lo del Malbec World Day, viene genial una nota que narra algunas experiencias de un pionero del Malbec.
Opinión: Cuando el Malbec(k) se puso serio
La aceptación del Malbec (sin k), nos remonta a la década del 70, cuando Jerry Tosi de Pastene Wine & Spirits Co, visitó Mendoza y se quedó asombrado con este varietal. Aquí, la historia que tal vez hoy se repite.
Por Ricardo Santos
Frank Schoonmaker fue un periodista de vinos en Estados Unidos que luego pasó a importarlos y comercializarlos. Odiaba que los vinos de su país se identificaran con nombres genéricos que no decían nada, como Chablis o Burgundy, propios en los años 50 y 60 del siglo pasado. Inspirado en los vinos de Alsacia, se dispuso a promocionar la idea de identificar los vinos por la variedad de uva con los que se habían hecho. La bodega Almadén lo contrató como consultor y fue el responsable de introducir y promocionar el Grenache Rosé en el mercado, uno de los productos de Almadén que más éxito tuvo.
La idea de la identificación varietal en la etiqueta fue aceptada por el público y ya en los años 70 y 80, Chardonnay, Cabernet Sauvignon y Zinfandel comenzaron a competir abiertamente con los Chablis y Burgundys que rápidamente fueron desapareciendo. Ese fue el comienzo de la identificación varietal, con excepción de Francia que siguió apostando, hasta ahora, con las denominaciones de origen.
En Argentina, mientras tanto, los vinos denominados finos, que tenían aceptación entre los consumidores, eran aquellos en los que se usaba el corte tradicional de Burdeos, pero con una elaboración más parecida a la italiana que a la francesa de la época. Años de añejamiento en grandes vasijas de madera daban una oxidación controlada que se sentía tanto en la vista como en el olfato.
En 1969, junto a Pancho Giménez, enólogo en la Bodega Norton, comenzamos a experimentar con Malbecs de dos fincas distintas: Perdriel y Lunlunta. Nos pareció que el Malbec de Lunlunta tenía las características que buscábamos, aromático y frutal, sin una elevada concentración como el de Perdriel, en el que las características organolépticas no se definían con claridad. En 1971 elaboramos sólo el de Lunlunta para ver cómo evolucionaba antes de cortarlo con los otros componentes de Norton Tinto o posiblemente Perdriel Tinto.
Poco después de terminada la cosecha de 1972, apareció por Mendoza Jerome R. Tosi. Jerry, que manejaba la empresa familiar Pastene Wine & Spirits Co en Boston, dedicada a la importación de productos italianos: vinos, aceite de oliva, salsa de tomate, quesos y pastas. Jerry decidió viajar a Mendoza para probar vinos con la idea de importarlos a Estados Unidos. Siempre me impresionó su olfato superdotado, ya que probaba los vinos fumando, como también lo hacía Pancho Giménez. Durante el periplo por bodegas mendocinas, Jerry estuvo acompañado por Tulio Martilotti, funcionario de la sucursal local del Banco de Boston.
En la larga degustación, Jerry no encontraba vinos que le llamaran la atención y terminamos haciéndole probar el Malbec que habíamos elaborado el año anterior. Terminó decidiéndose por ese, lo que nos llamó la atención: 14,6° de alcohol, fresco, sin haber pasado por los grandes toneles. A los pocos días, Tulio me llamó para decirme que en el aeropuerto, con el baúl del auto lleno de muestras, Jerry le pidió la del Malbec 71, que se iba a llevar. Al preguntarle cómo le enviaba las demás muestras, Jerry le contestó que se las tomara él.
Un par de semanas después, recibí la llamada de Tosi desde Boston para decirme que fuera a conversar del vino.
En Boston pasé unos días estupendos: buenos vinos, aunque extraños al paladar argentino de aquella época, buenas ostras, buenas pastas y buen cordero. Cerramos el trato con algunos temas por resolver. Por encima de 14° de alcohol, los vinos se consideraban en la categoría de vinos encabezados, por lo que pagaban una tasa de importación mucho más elevada que el table wine. Lo tuvimos que identificar como wine, porque Jerry rehusó que lo cortáramos para bajarle el alcohol. Otro tema que nos demoró fue que el Instituto Nacional de Vitivinicultura no nos permitía que en la etiqueta apareciera el nombre Malbec, ya que insistían en que debía identificarse como Malbeck. Jerry viajó a Mendoza exclusivamente para lograr que el Malbec fuera aceptado a pesar de las sonrisas irónicas que despertaba en los funcionarios vitivinícolas.
El primer container de Malbec salió pocos meses después y el vino fue muy bien recibido por los consumidores. La revista Wines & Vines le dedicó un comentario. El vino en sí pasó desapercibido porque el texto explicaba qué era Malbec y cuáles eran sus características organolépticas. Las conclusiones eran muy halagadoras.
Las exportaciones siguieron en aumento, a las que se sumaron un Pinot Blanc (?), con la dudosa ampelografía de la época, que luego resultó ser Chenín y Barbera, que los clientes italianos de Pastene identificaban con entusiasmo.
La experiencia tuvo un final desagradable. Después de unos años de exportaciones a distintos puertos de Estados Unidos para satisfacer distribuciones regionales (como San Francisco, Nueva York y Galverston), todo terminó abruptamente. Ante una inflación interna casi descontrolada, el valor del dólar de exportación estaba fijo y tuvimos que aumentar los precios. A la tercera vez, Jerry me llamó y me dijo que si nosotros estábamos locos, ellos no se iban a contagiar. Nunca más compró una caja de vino. Lo que estamos viviendo hoy no me deja sacar de mi cabeza aquel momento.
La visita de Jerry Tosi a Mendoza y su selección del vino Malbec para llevar a Estados Unidos fue, indiscutiblemente, el momento en el que el Malbec (ya sin k), se puso serio. Fue Jerry quien lo logró y esta nota es mi homenaje a un personaje inolvidable para la vinicultura argentina.
Don Ricardo Maestro!!! Muy interesante nota y gracias Cuervo por subirla!
ResponderEliminarSeba de La Plata
Buenísima la nota cuervo. Qué bueno enterarse de esas cosas. Entendiendo el pasado podremos descifrar el futuro. Abrazos.
ResponderEliminarGracias Seba y Rumbovino.blogspot.com !!
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