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Amargo Merlot
por Silvestre Nalli
Silvio había probado y degustado todos los varietales existentes, hasta que descubrió en el Merlot el gusto acorde con su personalidad. Cambió de marca varias veces, pero nunca de vino: su sabor intenso y definido lo sedujo para siempre. Como lo hiciera, allá lejos en el tiempo, esa mujer a la que evocaba con tristeza toda vez que bebía una copa de más. La conoció cuando ella se desempeñaba como oficinista en un lugar que visitaba a diario por trámites varios. Ella lucía ropa ceñida sobre un cuerpo escultural y sugería sueños que cualquier varón deseaba ver cumplidos…
Una tarde, Silvio se animó y la invitó a cenar en su departamento de soltero, convite que ella aceptó casi de inmediato. Tras dejarle su dirección y número telefónico, se apresuró a llegar a su domicilio con el corazón latiendo locamente. Tras ducharse y perfumarse con esa colonia inglesa que usaba para grandes ocasiones, corrió a encargar comida y, por las dudas no alcanzara, compró otra botella de Merlot. La cita era a las nueve de la noche pero, ya se sabe, “las mujeres nunca son puntuales”, pensó cuando el reloj marcaba las diez. Pasó otra hora y nada, mientras su impaciencia crecía tanto como su deseo.
A medianoche, ya resignado, comenzó a mordisquear de mala gana un trozo de comida, hasta que el sueño -y el Merlot- vinieron en su ayuda y terminó durmiéndose sin remedio ni consuelo. Ese mismo día concurrió como siempre a la oficina donde ella trabajaba y, al requerir su presencia, un compañero lo invitó a salir del lugar. Intrigado y preocupado lo siguió hasta la calle y allí la noticia que menos esperaba: Mara había sufrido un accidente de tránsito y estaba internada en estado delicado en una clínica del gremio.
Cuando llegó al lugar, una enfermera terminó con su esperanza: la muerte había ganado la partida. Esa noche, el vino le resultó amargo y desconocido, a tal punto que, en un rapto de furia e impotencia, terminó por estrellar la botella contra el piso y se quedó durante largos minutos contemplando como el líquido –“oscuro como la sangre”, pensó- se deslizaba por la cerámica como la vida, despidiéndose.
Zamba para olvidarte (Daniel Toro)
por Mercedes Sosa y Soledad Pastorutti
por Mercedes Sosa y Soledad Pastorutti
Acá más Arte de Fin de Semana.
Tristona la historia pero, prafraseando al Dié, el vino no se mancha.
ResponderEliminarMuy buena historia, aunque yo me hibiera tomado la otra botella de merlot para apagar penas mirando el fondo de la copa.
ResponderEliminarSalute
Gracias a ambos! Los más interesados en Letras... JeJe!
ResponderEliminarIgual, esta 3er nota de Sábado (Arte de Fin de Semana) tuvo mucho rating!
Y el tema que les pareció?
Muy buén tema ! Hay que mezclar vino y literatura, o será que cuando tomo me pongo poético? al menos eso me parece JE JE!
ResponderEliminarAbrazo